EL JUEGO EN NUESTRO PERRO

Sabemos que el juego es importante para el aprendizaje de comportamientos en la etapa del cachorro. Estos aprendizajes sentaran la base junto a los rasgos de personalidad del cachorro que lo conformaran dentro del seno de la familia.

 

Para que esto suceda correctamente además debería disponer de un buen director de juegos y de educación, ya que tanto pueden aprender lo correcto y bueno como lo incorrecto y negativo que, con el paso del tiempo, nos puedes traer de cabeza y a él con más repercusión si cabe.

 

Es muy común (yo lo sigo viendo mucho) que una forma de jugar o interactuar con el cachorro sea ofreciéndole un objeto para que lo aprese, muerda, zarandee y posea sin que realmente sepamos que estamos haciendo exactamente.

 

Claro que podemos jugar con él con objetos y planteándolo sin ninguna connotación negativa, pero, voy a hablar cuando esto no se produce del modo correcto y en realidad el cachorro se ve abocado a comenzar a aprender otros comportamientos que le van a potenciar algo para lo que están capacitados unos más que otros: morder.

 

Al principio, ese morder del cachorro lo solemos ver como algo anecdótico y, en muchos casos, en perros de tamaño pequeño casi nos resulta gracioso. Pero en realidad ¿donde se separa lo meramente anecdótico de lo que posteriormente se convierte en algo problemático? ¿Sin control y con intenciones poco amigables?

 

Del uso apropiado de la herramientas para un tipo determinado de funciones y cumpliendo objetivos se minimizan los riesgos. Si le damos a alguien esas herramientas y en lugar de utilizarlas del modo correcto las potenciamos en la dirección incorrecta los riesgos aumentan y se potencian causando los daños colaterales que tanto conocemos en nuestra sociedad y que padecen tanto víctimas (los que son agredidos) como agresores.

 

Cuando se habla del perro agresivo no miramos a su educador o mejor dicho “propietario responsable”. Solemos mirar al propio perro ese que tiene mucha mala baba y que denota intenciones claras en cometer agresiones si lo necesita como recurso o no.

 

Si os fijáis, comienzo hablando sobre el juego y acabo hablando de agresión y agresividad.

Quiero que seamos conscientes de que no vale jugar de cualquier forma con nuestros cachorros.

Al principio del artículo vemos como nos identificamos en algo recordando como hemos visto jugar con algún cachorro o incluso nosotros mismos lo hemos hecho o hacemos con los nuestros.

 

El perro tiene la boca no solo para comer y beber. Ellos la usan para casi todo, de nosotros dependerá que sepan hacia dónde dirigir su cometido.

Han encasillado a razas determinadas como potencialmente peligrosas. En realidad deberíamos estar todos de acuerdo en que no hay razas o cruces raciales potencialmente peligrosos si no que el manejo humano que se aplica o no sobre ellos, el medio donde se desarrolla y el peso genético en ese orden para mí, es lo que potencialmente peligroso pueden hacer a cualquier perro.

En manos de una persona poco responsable o mejor dicho nada responsable (con conocimiento de causa claro) el manejo, el medio y su parte genética que le pueda empujar a ello es muy mala combinación.

 

Consecuencias

 

Evidentemente las lesiones que pueden causar perros de tamaño pequeño no van a ser las mismas que pueden causar perros de tamaño medio o grande y que además tengan un potencial extra para tal cometido.

Pero la actitud la he visto igual en un ejemplar pequeño que en uno grande. Pero en ningún caso se debía a su empuje genético. No. Eso por sí solo no los hace potencialmente peligrosos.

Si por su falta de educación correcta, el medio etc.

Nadie se imagina un perro de raza considerado dentro de los de compañía con una actitud agresiva cometiendo agresiones. No suelen darse o no se les da difusión.

 

No menciono razas determinadas lo sé. Porque en realidad para mí un perro es un perro de raza o no, cualquiera pueden morder con intención agresiva y hostil.

Son muchos los ejemplares de raza (de los considerados potencialmente peligrosos) que he conocido y seguro que conoceré que no se enmarcan dentro de ese porcentaje de ejemplares con un trastorno de agresividad. Del mismo modo que sus cruces y otros tipos raciales que no lo son.

 

En estos años he tratado muchos casos de perros que han mordido a personas o perros y después de realizar mi trabajo como terapeuta diagnosticando un trastorno de agresividad en ningún caso solo porque es de un tipo determinado de raza, no ha sido el motivo o detonante de su aprendizaje de la agresividad en el seno de la familia a la que pertenecía.

 

Es mi opinión personal sobre este tema. La falta de conocimientos realmente los encasilla muchas veces donde no les corresponde a la mayoría de los perros que conviven en paz con la sociedad.

 

De ahí que recomiende siempre que lo necesitemos ayuda de un profesional de la educación canina para saber cómo podemos jugar mejor con nuestro cachorro, como no deberíamos de jugar y tomarlo muy en serio.

 

Si desde que son cachorros ya los educamos para que puedan aprender correctamente a comportarse, disfrutarán más con nosotros de su vida en la familia y nosotros de él sin duda.

 

José Antonio Pineda Martínez.

 

 

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